implorarle al Espíritu Santo nos dote de una gran sensibilidad, tanto para oír la voz de Dios, como para discernir las situaciones de los hermanos y entregarles la Palabra que ellos necesitan. En la profundidad de la oración recibiremos esos dones que necesitamos y que el Espíritu Santo regala según su voluntad.

Sabemos que la construcción del Reino comienza con nuestra continua conversión de corazón, y no criticando y destruyendo al que piensa distinto. La gente se acercaba y seguía a Jesús por la inmensa atracción que él generaba con sus palabras, sus actitudes de justicia, de paz, de amor y de servicio. Que tus palabras, tu vida, tu predicación, estén tan plenas de estas características, que los que las oigan y te vean se sientan irremediablemente atraídos hacia Jesucristo.

Los signos de los tiempos (reconciliación nacional, derrumbe de los valores cristianos, relativización, etc.) nos exigen entregarle toda nuestra capacidad de servicio a llevarle a nuestros hermanos ese maravilloso mensaje del Sermón del Monte que el Señor le regaló a Hombres y Mujeres de Futuro.

Todos los que hemos recibido ese mensaje en los encuentros de hombres, mujeres, parejas y jóvenes, hemos experimentado la sanación de nuestro corazón, una renovada conversión a Jesucristo, y la paz y el gozo en nuestras vidas que resulta de aplicar ese estilo de vida ideal que nos propone Jesús.

Pues exactamente eso mismo es lo que necesitan todos nuestros hermanos colombianos para superar tantas décadas de dolor, rencor, rivalidades, muerte, desasosiego y tristeza. ¡El momento es ahora! No podemos dejar que nuestra egoísta comodidad nos impida compartir con otros el invaluable regalo que cambió nuestras vidas para siempre. ¡He ahí el porqué el futuro de Colombia está en tus manos, en mis manos, en nuestras manos!

No podemos ser inferiores a este nuevo llamado que nos hace el Señor para servir a nuestra Patria en nuestros hermanos. No basta con un imprescindible ejemplo de vida; es necesario responder vigorosamente al mandato misionero, levantarnos y ponernos en marcha. Miles y miles de personas que necesitan sanar su corazón de tantas heridas recibidas y causadas de generación en generación, nos están esperando. Es tú obligación; es mi obligación; es nuestra obligación.

Suplíquele fervorosamente cada uno al Espíritu Santo para que lo llene de fortaleza, valor, sabiduría y discernimiento para responder animosamente a este llamado y le muestre el camino a recorrer. Así tu luz brillará en la oscuridad y todos juntos en comunidad atraeremos a cientos de miles a los pies de Jesucristo y nuestra patria se reconciliará desde lo profundo y se convertirá en la nueva Jerusalén.

Que la llenura del Espíritu Santo, la paz de nuestro Señor Jesucristo y el amor del Padre nos acompañen.

Con un fraternal abrazo,

Germán Salgar
Director
Fundación Hombres y Mujeres de Futuro