El orden de Dios en la familia

Por: Nelly Rincón

...Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.... (Gen.12, 3)

En alguna ocasión escuché a alguien decir que una pareja son dos seres maravillosos que se hacen la vida difícil e imposible. ¿Qué tanta verdad hay en estas palabras?

La verdad es que la vida en pareja es toda una escuela de vida donde se aprende a amar, a perdonar y a superar las dificultades. Se crece en madurez, capacidad, patrimonio, romance y en muchas cosas más, pero básicamente es una escuela en la que se aprende a comprender al otro.

Pero, ¿Qué hay de aquellas parejas donde no se dan estos maravillosos valores?

Para responder a esta pregunta, debemos recordar que en la pareja, el comportamiento de uno afecta al otro. Que como actúe uno, condicionará la reacción del otro. A partir de allí comienzan a desencadenarse una serie de sucesos y procesos, los cuales pueden organizar o desorganizar todo el sistema de la pareja y de su familia.

Y ¿qué nos dice la Biblia con respecto al tema? "Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle y le preguntaron: “¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa?” El respondió: “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra?” Y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre” " Mt.19, 3-6. Aquí Jesús nos va encaminando en la respuesta a nuestra pregunta. Hace referencia a las palabras del Génesis, las cuales a su vez son determinantes para la relación que debe llevar una pareja que decide unirse en matrimonio. “De manera que ya no son dos, sino una sola carne”, hace entrever cuál es la relación que deben llevar y además agrega: “Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre". Ya se comienza a determinar el orden que deben llevar, ya se da el sentido de indisolubilidad y de unidad que nunca debe ser roto, sino asumido como mandato expreso de la Palabra de Dios, como institución creada por el mismo Dios.

No le dio Dios al hombre otro hombre, ni a la mujer otra mujer, ni le dio al hombre dos mujeres, ni a la mujer dos hombres. Allí se comenzó a establecer el orden de la pareja, continuación del orden que Dios le había dado a la creación de la cual nos habla el capítulo uno del Génesis.

Dios quiso una pareja que se complementase en su totalidad, por tanto tenían que ser diferentes, en su físico, en su sexualidad, en su pensamiento, en su fuerza, para que así se cumpliera el ser complemento el uno del otro. Esa unión es la bendecida por Dios para después enviarlos a la misión: “Fructifíquense  y multiplíquense y llenen la tierra…” Cualquier otra combinación es antinatural y altera el orden divino de las cosas.

Ahora están listos para tener su familia. "Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: “Por voluntad de Yahvé he adquirido varón”" (Génesis 4, 1). Así se comienza una familia en el orden de Dios.

La intimidad de la pareja la quiso Dios, sólo para que se diera en el matrimonio entre hombre y mujer unidos ante Él por el pacto, por el sacramento del matrimonio. De aquí parte la convivencia diaria, el compromiso de los dos, la seriedad y la responsabilidad por lo que ahora representa estar los dos.

En esa convivencia se darían diferencias, problemas, a veces hasta podría esa relación caer en la rutina. Pero Dios ya tenía prevista una solución… el amor, que es el único que puede llevar al perdón, a la reconciliación, a restablecer la unidad y especialmente a restablecer el orden. Pero no es el amor humano el que restablece el orden. Ese es un amor imperfecto y egoísta, limitado. Es el amor Divino el que nuevamente pone cada cosa en su lugar, el que en medio de las diferencias y los problemas, da sin esperar recibir, el que perdona setenta veces siete. Es ese amor que se vale de las circunstancias para fortalecerse, madurar y crecer  para que la pareja permanezca estable y su relación sea perdurable, hasta que Él lo quiera.

En el orden de Dios vienen los hijos después que la pareja se casa y estos hijos se conectan con un vínculo, que como el de sus padres, nunca se rompe. Los hijos, entonces, ven en sus padres a Dios. Con ellos aprenden el amor, el respeto, la fe, la esperanza.

"Cada noche hago una reverencia a mis padres porque nunca he visto a Dios".

Un respetable psicólogo, recomienda que los hijos sean reverentes con sus padres, sea cual sea la vida que les hayan dado. Buenos o no, maltratadores o no, se debe reverenciar a los padres; es decir, respetarlos y aceptar que de ellos recibimos la vida y que hemos quedado conectados con ellos de algún modo. De ellos recibimos y de ellos debemos tomar.

El orden de Dios para la relación de los padres con los hijos también lo estableció Él. Los padres, que son asiduos lectores de Su Palabra, siempre encontrarán la respuesta en ella para saber cómo educar y formar a sus hijos para la vida. La Palabra de Dios puntualiza, cuidadosamente, la obligación, la autoridad y la responsabilidad de los padres.

Los padres deben ejercer adecuadamente la autoridad, deben ejercer su rol. Los padres no son los amigos de sus hijos; los padres son padres. Cuando se cambia el rol que corresponde en la familia, se altera el orden de Dios, se altera la autoridad, se alteran los derechos y los deberes, no solo de los padres, sino también el de los hijos. La base bíblica fundamenta el orden con los hijos en la obediencia de estos hacia sus padres: “Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo" (Ef. 6, 1). Por eso los padres deben formar a sus hijos en la obediencia, en el respeto. Los hijos que no son educados en el respeto, nunca obedecerán, no aceptarán consejos de sus padres ni recibirán de ellos la sabiduría.

En conclusión, la familia en el orden de Dios es aquella comunidad fundamentada sobre la aceptación hombre-mujer como pareja, para asumir y vivir la vida desde un proyecto común dentro del plan de Dios.

En el 2005 Benedicto XVI decía a los obispos: "vuestro deber de pastores es presentar en toda su riqueza el valor extraordinario del matrimonio que, como institución natural, es patrimonio de la humanidad".

Así es el orden establecido por Dios para la pareja y para la familia. Quienes lo asumimos debemos velar porque sea así y enseñar a otros para que lo asuman, pues hay  promesas en la Biblia para la pareja y la familia que cumplan sus preceptos. A su vez, ellos mismos serán bendición para otros.