El cuerpo en la oración del adorador

Por: Luis Fernando Castro Parra, Teólogo PUJ.

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto a Dios en vuestro cuerpo (1Cor 6,19-20)

adoradorStanislaw Grygiel, colaborador y miembro del consejo de consultores de la revista HUMANITAS, dice que la educación del hombre inicia en el cuerpo. Es su cuerpo que indica en primer lugar al hombre el camino para salir de sí mismo. Todos como seres humanos, se nos ha dado un cuerpo y clamamos por otro cuerpo para donarnos y vivir en comunión. Desde la antigüedad el hombre (varón- mujer) ha sido considerado un ser integral, un BASAR que expresa la totalidad corporal sin hacer distinciones o divisiones, referido a una armonía total en la que se integran todas las dimensiones de la vida, incluyendo la relación con el Dios uno y trino.

 

Todo cuanto existe en el hombre, es bueno, perfecto y agradable porque ha sido creado a imagen de Dios (Gén 1,27). El cuerpo, por eso, no es para ser rechazado, despreciado o maltratado, pues Dios crea con plena soberanía y autoridad: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo…? El cuerpo es presencia, santuario de Dios en el mundo: Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible (Col 1,15).

Es un misterio, el cuerpo del ser humano, porque todos los rasgos que lo comprenden, reflejan el amor con que Dios lo ha creado. Un amor que se prolonga a través del cuerpo, lugar de encuentro con el Creador, que se hace don para que otros descubran ese amor de Dios, incondicional e inagotable. ¡Tú cuerpo ha sido creado por amor! Nada más ni nada menos.

El lenguaje del cuerpo supera la mera interpretación biológica, técnica o publicitaria, ya que no se trata de algo, sino de alguien llamado a Glorificar al Buen Dios, reconociendo su honra, sabiduría, riqueza y poder; estableciendo un diálogo amoroso en las inspiraciones graciosas del Espíritu Santo; saliendo de lo superficial y riguroso, temporal y pasajero a lo transcendental.

Es inagotable y compleja la palabra del cuerpo porque no sucumbe en una forma de expresión; por el contrario, el cuerpo habla de muchas formas, aunque el ser humano no sea consciente de ello. Una mirada, un silencio, un brazo que se abre o se levanta, un gesto, un grito, un movimiento, son sólo algunas de las maneras o formas como se expresa el cuerpo para decir algo, que tal vez las palabras no alcanzan a afirmar.

El cuerpo es el  primer camino de la oración, porque a través de sus gestos y ademanes puede expresar a Dios la alegría, el gozo, la ternura, la angustia, el fracaso, el triunfo, la ansiedad. El lenguaje del cuerpo manifiesta a Dios todo lo que está sucediendo en su interior, nada se queda oculto. Dios lo conoce todo y lo escudriña todo ¿Por qué, entonces avergonzarse de expresar sentimientos, cuando éstos no son desconocidos por Dios?

Algunos piensan que danzar, saltar, gritar de júbilo, levantar los brazos, postrarse es simplemente un espectáculo de una iglesia renovada. Pero, no es así, es como estar de rodillas frente a Jesús Eucaristía que ha traído grandes bendiciones y sanaciones a quienes lo hacemos. Por eso, no tengamos miedo o timidez de expresar con nuestro cuerpo la adoración a Dios. Si el hombre lo hace en otro escenario, como en un concierto musical  o en un partido de futbol, ¿por qué no hacerlo ante quien es el dueño y Señor de todo lo creado? Él, nos ha dado un cuerpo, ¡adórale con tu cuerpo! No te cohíbas ante las críticas o comentarios: el cuerpo es para el Señor, y el Señor es para el cuerpo (1Cor 6,13b).

El cuerpo en la oración juega un rol muy importante. Las posturas que puedes tomar son muchas: arrodillarte (muestras honra, humildad, sumisión), estar de pie (vigilancia, apertura sinceridad), levantar o extender las manos (trasmite gozo, libertad, felicidad alegría), aplaudir (aprobar un hecho agradable), saltar (expresa alegría y libertad), Gritar de júbilo (agradecimiento: Sal. 80,2, Lc 17,15;19,437), danzar (expresa la alegría, la belleza para celebrar la vida de forma integral), caminar (atención a la voluntad de Dios), postrarse (reconoce la grandeza de Dios en tu vida, cumbre de la adoración), alzar los ojos al cielo (invita a tener puesta la mirada en Dios, siempre).

Por lo tanto, pidámosle a Dios, que se hizo cuerpo (Jn 1,14), que por la Gracia divina y adorable del Espíritu Santo, haga de nuestro cuerpo, un verdadero templo de alabanza y adoración, en el que se manifieste su amor y su gloria al mundo. Que María, Madre y Señora de todo lo creado; que formó en su vientre el Cuerpo de la vida y el reflejo maravilloso del Dios invisible, interceda para que nuestro cuerpo sea como el de ella, un Don, imagen del Amor, llamado a donarse y transformarse en templo de la gloria de Dios.