FUNDACIÓN HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO

Guía de predicación

Junio 24 - 2015

 

… Y cuantos la tocaron quedaron salvados

Evangelio Según San Marcos 6, 53-56

 

Objetivo:

Acercar la persona de Jesús a nuestras vidas, hacerlo más cotidiano, más real. Aquél que vino a la tierra para salvarnos está hoy aquí y ahora, sanando, liberando y salvando igual que hace 2000 y tantos años. Vamos de la mano de Marcos en este pasaje bíblico y toquemos nosotros también la orla de su manto.

 

Desarrollo

“En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron enseguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.”

Con la travesía de Jesús a Genesaret, este breve texto del evangelio de San Marcos, concluye el capítulo polémico y arduo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante subrayar, que a lo largo de estos pasajes, la persona de Jesús se adentra en la realidad del ser humano, para transformarlo, renovarlo, restaurarlo, darle sentido y realización a su vida. Es decir, que Jesús cura a todos los que se acercan a él. Este acto no es una recompensa por haber escuchado la palabra del evangelio o por una buena acción realizada por estos hombres y mujeres, sino por la gratuidad de Dios que se hace presente en la vida de lo que Él más ama.

En efecto, en el pasaje de este día vemos a un Jesús que no sólo se compadece, sino que se encarna en la realidad del hombre, en la historia del ser humano. No se cansa de atender las necesidades humanas. Una realidad, que no sólo toca a unos, sino a todos: los enfermos, los leprosos, los endemoniados, a los que están como ovejas sin pastor. Jesús se “mete” en esa realidad, se hace tocable, visible: le reconocieron en seguida…Y ante esa realidad de la persona humana, Jesús tiene una palabra de vida que transforma. Una palabra creadora. Una palabra que al ser pronunciada sana y libera.

Es así, como el buen Jesús se ofrece, se entrega, como salud para todo aquel que se quiere acercar a él. Una salud, no solamente física, sino que es también del alma.  En últimas, acercarse a Jesús, es encontrar la vida, la luz, el pan compartido, la palabra creadora, la salud integral.

Los grandes o pequeños hombres son aquellos que no se reservan para su vida, nada. Todo lo quieren entregar y lo dan como inspiración, alimento para otros. Esa persona es Jesús, la fuente a la que todos nos podemos acercar para calmar la sed, el hambre, la necesidad del espíritu; el manantial de amor que podemos apreciar y ver con nuestros ojos en la vida diaria para sumergirnos en ese amor desbordante e incondicional; la luz que ilumina, las negras oscuridades y tinieblas del corazón que está lejos de él; luz que se adentra en la tierra de nuestro corazón para resucitar lo que está muerto y liberar lo que está encadenado.

Y, ¿Cuál será la actitud de nosotros al contemplar estos hechos maravillosos de Jesús? El evangelio nos dice que aquellos que estaban enfermos tocaban la orla de su manto para quedar salvados. La misma acción de aquella mujer hemorroisa que se abrió camino entre la gente para llegar a Jesús. ¿Qué es lo que mueve al ser humano para tocar a Jesús? La fe para acercarse. Todos los que se acercan a Jesús, lo hacen porque a ellos los mueve la fe. Una fe que los hace descubrir en la persona de Jesús, el espacio de vida, la fuerza sanadora, la palabra creadora.

Pero, también esa fe nos debe mover a confiar más en la misericordia y la gratuidad de Dios. Si sabemos que él es la palabra creadora, en pan compartido, acerquémonos, sin temor con fe para descubrir a un Jesús integral, y así obtener de él la vida y la salud.

¡Acerquémonos a la persona de Jesús!, pues nadie que se haya acercado a él, regresó con las manos vacías. Esto no es cuestión de una actividad particular o de una identidad, religiosa, política o social. El amor de Dios es para todas las personas humanas porque él quiere que todos sean para el amor de Dios. En efecto, debe también a nosotros inquietarnos la necesidad de los otros. No podemos ser indiferentes a las necesidades del ser humano. No dejemos pasar ocasiones u oportunidades de la vida cotidiana, sin ser benevolentes y poner algo de atención a quienes lo requieren. ¿Cuántos hoy necesitan ser escuchados, tener en su corazón una voz de esperanza, de aliento? ¿Cuántos hoy esperan que unos brazos se extiendan para ayudarlos a levantar? ¿Cuántas personas esperan de una sonrisa o de una oración? ¿Cuántas esposas e hijos esperan recibir a su esposo y padre con alegría al llegar a casa, después de un arduo trabajo? Y ¿Cuántos padres y esposos no sólo se preocupan por llevar el dinero a su casa, sino de llevar pequeños, pero valiosos detalles y actos de amor y generosidad a su familia?

Dejémonos inquietar por esta palabra que nos regala Jesús a través del Evangelio de Marcos, con el fin de aprender no sólo a esperar de los otros, como reservándonos todo para sí, sino que además nos impulse a entregarnos a los que tanto necesitan. ¡Busquemos y vivamos a la manera de Jesús! Haciendo el bien a los demás. ¡No saquemos excusas para acercarnos a los demás, porque podemos estar perdiéndonos de un espacio de vida, de un mundo sorprendente! ¡No nos quedemos tampoco en crear solamente buenas intenciones! Todos, sin exclusión podemos crecer en el servicio. Comencemos ya, hacerlo hoy, acogiendo, acercando a quienes posiblemente están lejos, y lancémonos a propagar el bien a los demás. 

 

Conclusión

Necesitamos permanecer “cerca” del Señor. Jesús quiere “meterse” en tu realidad y formar parte de tu cotidianidad, de tu diario vivir y cuando esto sea una realidad en tu vida, desacomódate y sal a invitar a otros a que toquen la orla de su manto, antójalos de todo aquello que el Señor ha hecho en tu vida.