FUNDACIÓN HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO
Guía de predicación

Semana del 26 de octubre

FAMILIA: SACRAMENTO DEL AMOR Y DE LA VIDA

OBJETIVO

Re-descubrir los valores originales propios de la familia que está en el corazón de Dios. Familia sacramento del amor y de la vida, sostenido y apoyado por una cotidianidad donde reine el diálogo, la aceptación, la escucha, la unidad y el bien común.

INTRODUCCIÓN

La familia siempre ha estado en el plan de Dios para la felicidad y la realización de sus hijos. La Palabra nos enseña que Dios estableció a las familias desde el principio y nos muestra muchos ejemplos de familias fuertes. También nos enseña la manera de tener una familia amorosa y feliz.

Hoy en día el encuentro familiar puede ser considerado como algo circunstancial, limitado, en un espacio y en un tiempo determinado, caracterizado por la convivencia de seres humanos bajo un mismo techo. Sin embargo, la comprensión fundamental de la familia cristiana se halla en la profundidad que se experimenta al vivir juntamente un encuentro con el Señor resucitado; es decir, una familia como lugar donde reinen los valores cristianos y los frutos del Espíritu (Gál 5, 22).

DESARROLLO

La familia ha sido considerada a lo largo de la historia humana como el núcleo central de la naturaleza social del ser humano. Tiene su origen en la comunión o la alianza de un hombre y de una mujer que se entregan y se aceptan mutuamente. (Los dos esposos han recibido el mismo don de la gracia, que exige de ambos respeto y entrega en él y hace posible y eficaz la oración en común.)

La familia es sinónimo de fraternidad y por consiguiente, es una unidad de pluralidades, es decir que no existe la uniformidad, sino la unidad como signo de la presencia del Espíritu Santo. La familia por ser un organismo constituido por seres humanos, templos del Espíritu, está en función de sus miembros, esto es, una unidad de creyentes en medio de la diversidad  (1Cor 12,12-13), en la cual no debe existir el dominio, ni la competencia o rivalidad, ni los intereses particulares o el poder para servirse de los otros: La familia es uno de los tesoros más importantes…patrimonio de la humanidad entera…imagen de Dios, eje transversal de toda acción evangelizadora (Aparecida Nº 432-435).

En este sentido, sin familia no hay sociedad, no hay valores, no hay vida. Todo ser humano necesita del calor, la solidaridad, ser acogido y de la unidad de una familia. Sin un encuentro con Jesucristo no puede existir la fraternidad, el perdón y la misericordia que se origina en la relación intima de la familia. Allí en el hogar, en la relación de padres e hijos, en la respuesta mutua de los esposos se enseña cada día a volverse a Dios aceptando la Buenas Noticia (Mc 1, 15).

El tesoro de la familia como lugar de encuentro con el Señor es sacramento (signo visible), donde se superan los problemas, las dificultades y las adversidades que se presentan a lo largo de la vida (Mc 2, 1-12).

Cuando en una familia reina el espíritu de la división, la rebeldía, la ausencia de honra entre la pareja, de padres a hijos y de hijos a padres, el maltrato físico o psicológico, entonces crece la lujuria, la infidelidad, el rompimiento del matrimonio, se cultivan aislamientos, muros, barreras, adicciones, seres individualistas y egoístas.

Hoy es importante que miremos y revisemos la importancia de tener la familia como un lugar de encuentro con el Señor, donde reinen los frutos del Espíritu y se admire la gracia del amor y de la unidad. Los padres, como buenos pastores de sus hijos, no pueden alcahuetear los signos de la modernidad, que disfrazados como un bien traen como consecuencia males para la vida y la convivencia de la familia. Pues de la manera en que camina la familia, caminan la sociedad y el país. Sin familia no hay nación, no hay hermandad.

Hay muchas cosas que van en detrimento de la familia: el aborto, llamar bien lo que está mal y mal a lo que está bien, (todo aquello que “parece” legal como el comercio del licor, pero que es inmoral. Los anticonceptivos y la prostitución son legales, pero ante los ojos de Dios son inmorales), el machismo, el feminismo son algunos ejemplos de cómo el tiempo presente se disfraza para distraer el pensamiento y el corazón de la familia, introduciéndola en un mundo de destrucción y en un abismo entre los padres y los hijos, entre los esposos que compiten entre sí y se alejan uno del otro.

Romper los muros, las fronteras, es abrirse al encuentro con el Señor, que a su vez rompe los abismos en las relaciones entre los miembros que conforman la familia. Dios dirá a los padres cuando lleguen al cielo: ¿Qué hiciste con mis hijos? Pues esos hijos que engendraron son hijos más míos que tuyos.

El milagro en la familia es el encuentro con el Señor, pues donde está el Señor hay esperanza, transformación y vino nuevo (Jn 2, 1-10). Si hay algo que nos disgusta, lo expresaremos, pero estaremos unidos. Si hay algo que nos gusta lo compartimos, pues es en la familia donde la amistad reinará y no esperará nada a cambio y siempre se dará correspondencia mutua.

 CONCLUSIÓN

Padres, trabajemos como pareja para tener una relación sólida y poder edificar nuestra casa sobre la roca. Volvamos la mirada hacia los hijos y eduquémoslos en los valores cristianos que debemos dejarles como la mejor herencia. El padre y la madre son los evangelizadores naturales del hogar. Hijos volvamos la mirada hacia los padres para aprender de la experiencia, para tratarlos con amor y respeto y así el fruto será el amor, la unidad, la alegría, la paz, el dominio propio…

Oremos en familia pidiendo el vino nuevo del amor, de la unidad, de la solidaridad, del perdón y la misericordia para nuestra pequeña iglesia doméstica y que pueda ser verdadero sacramento del amor y de la vida para la iglesia y para la sociedad.

Textos de apoyo:  Gn 5,2; Gn 1,28; Eclesiástico 3, 3-7.14-17; 1 Pedro 3, 7; Ef 5,25-33; 1 Cor 12, 12-31; Mc 1, 29-31; Jn 2, 1-10 -  Documento de Aparecida numerales 438-446