Predicar continuamente no garantiza que todas las veces nuestras predicaciones van a ser perfectas y que no hay espacio para afinarlas.

Desarrollarse como predicador, implica corregir, implica dejarse corregir y corregir a otros hermanos predicadores.

Evaluar y que nos evalúen nos ayudará a identificar los puntos débiles de nuestras predicaciones.

A veces sucede que el texto se saca de su contexto y se tiene del mismo una aplicación escasa o demasiado repetitiva. A veces agotamos el tema y caemos en utilizar testimonios muy largos para llenar el tiempo. Y qué decir de las famosas muletillas que generalmente exponen o evidencian cuan nerviosos o emocionados estamos y llenamos espacios que necesitan pausas; esto hace que no haya una verdadera conexión con los que nos oyen.

Una forma efectiva para crecer en la predicación, es recibir humildemente las correcciones de aquellos que nos indiquen los aspectos que podemos perfeccionar, como la interpretación que hacemos del texto bíblico, la aplicación, e incluso los gestos que hacemos con nuestro cuerpo mientras predicamos.

Para dar y recibir corrección se requiere humildad, amor, misericordia y sabiduría. A nadie le gusta ser corregido por eso hay que hacerlo con tacto y nunca pretender hacer la corrección pensando que somos mejores que los demás.

Corregirnos entre predicadores, es una fuente de grandes beneficios para que el mensaje de salvación llegue apropiadamente.

Siempre que corrijamos, re-enmarquemos primero lo positivo y acompañemos la corrección, animando a nuestro hermano predicador para que continúe y no desfallezca en su ministerio. Y cada uno de nosotros, una vez que identificamos nuestras debilidades, comencemos a hacer cambios para corregirlas.