FUNDACIÓN HOMBRES Y MUJERES DE FUTURO
Tema de predicación
Semana del 31 de agosto

LA IRA NOS APARTA DE LA GRACIA DE DIOS

(Ef 4,31-32)

Objetivo

Reconocer que cuando no manejamos bien el sentimiento de ira, hacemos mucho daño a los demás en la familia y en todo nuestro entorno, como también a nosotros mismos.

Desarrollo

"Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia."

Vivimos en un mundo muy convulsionado donde la gente se muestra cada vez más ansiosa e irritada. Con frecuencia se originan discusiones en la calle entre los conductores de autos, ya sea porque va muy despacio, o porque va muy rápido, o porque se tardó en arrancar unos segundos más de lo que debía según el sentir del otro, una vez que la luz del semáforo cambió a verde.  A veces estas discusiones han terminado en agresiones con resultados fatales, producto de la ira acumulada que encuentra la oportunidad de manifestarse en estos incidentes.

Lo peor de todo esto es que a veces llegamos a nuestro hogar pensando encontrar un lugar de refugio, pero nos damos cuenta de que allí también se originan fricciones.  Por todos lados vemos personas enojadas actuando con ira, maldiciendo. Generalmente se culpa al "estrés" o a presiones externas como las causas de estas situaciones, pero el problema hay que buscarlo en el interior de cada uno. Allí es donde la ira se ha ido acumulando, creando raíces de amargura que afectan el comportamiento del individuo y de aquellos que le rodean. La Biblia nos alerta acerca de esto en Hebreos 12:15: “Procuren que a nadie le falte la gracia de Dios, a fin de que ninguno sea como una planta de raíz amarga que hace daño y envenena a la gente” (A la familia)

La amargura afecta nuestro estado de ánimo y nuestra relación con Dios. Es un estorbo en nuestra vida espiritual, creando obstáculos que nos impiden alcanzar la gracia de Dios y disfrutar de sus bendiciones. Y el resultado se refleja en nuestra relación con los demás pues, como dice este pasaje, la amargura contamina y es dañina.  ¡Cuánto necesitamos eliminarla de nuestras vidas!   Pero… ¿qué podemos hacer?  Necesariamente habrá momentos en que sintamos ira, sí, es cierto, pero no debemos permitir que la ira se acumule en nuestros corazones al punto que surjan raíces de amargura.  

La Biblia dice en Efesios 4:26: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo."   En Gálatas 5:19-26, el apóstol Pablo escribe una lista de "las obras de la carne" entre las que incluye la ira, los pleitos, las enemistades, y muchas otras en esta categoría.  En contraste, menciona el fruto del Espíritu que es "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza."

La única manera de extirpar ese espíritu de amargura y de violencia que sacude nuestro mundo, es orando y entregando al que te redimió esos sentimientos de ira que surgen de improvisto. Toma Señor y recibe…; permanece entregando al Señor todos esos sentimientos que te invaden y ensucian tu corazón impidiendo tu comunión con Él, y relacionarte sanamente con tu prójimo.

No te dejes engañar por un sentimiento de dolor, o de tristeza. Busca dentro de estos sentimientos una ira escondida, aunque te duela reconocerlo. La mayoría de las veces el dolor o la tristeza son el vestido hermoso de la ira. Encontrarás una sanación maravillosa cuando reconozcas que muchas veces detrás de esa tristeza hay una ira que debes entregar al Señor; Él te sanará y te consolará cuando tú le digas: toma Señor y recibe la ira que tengo con tal persona por tal cosa. Toma Señor y recibe la rabia que tengo… Ojalá escribas esta oración con frecuencia, cada vez que lo consideres necesario y hallarás mucha paz para tu vida.

Aprende a reconocer tu ira, tu rabia y antes de actuar, entrega al Señor esos sentimientos y verás la Gloria de Dios en tu vida.

Taller

  • Si algo no te sale como pensabas, ¿te molestas u ofendes al punto de llenarte de ira, y hasta proferir palabras que no glorifican a Dios?  
  • ¿Cuando alguien no te saludó o te sientes ignorada(o), te llenas de ansiedad y sientes “tristeza” en tu corazón?

Si tu respuesta es “sí” a una o más de estas preguntas, es muy probable que en tu corazón haya brotado alguna raíz de amargura que esté impidiendo que la gracia y la paz del Señor se manifiesten en tu vida.  Acércate al Señor, búscalo y entrégale tu ira, amargura o resentimiento que están contaminando tu alma, y pide al Señor que te llene de su paz inefable, Su paz que va más allá de todo entendimiento, Su paz que no es como la que da el mundo.

Hacer una oración fuerte para la sanación de esas iras escondidas, especialmente en los padres y madres de familia. Invocar al Espíritu de la paz, que es también sanador y liberador para entregarle esos sentimientos que nos pueden esclavizar y que no nos permiten tener buenas relaciones familiares y con todas las personas que nos rodean.